Una vez más,
donde comenzó todo. Aún recuerdo con detalle aquel verano de 2011 cuando me
vine a Europa a vivir por primera vez, a la Ville Lumière, o Ciudad de las
Luces. En aquella oportunidad hice escala en el Aeropuerto de Barajas-Madrid,
tal como hoy. La principal diferencia es que hace tres años me vine a vivir por
un período determinado, y duró efectivamente un año y medio, solo que en esta
oportunidad me he venido sin boleto de retorno.
Desde hace
algún tiempo tenía a visor mi retorno a París, pero fue 20 segundos después de
despegar del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, al ver Maiquetía tras de
mí, que me di cuenta de que realmente estaba emigrando del país que me vio
nacer.
Emigrar
siempre es duro, en ciertos casos cambias de idioma o acento; de huso horario;
lo que comes; como te vistes; si te mudas fuera del trópico empiezas a tener
ropa de cada estación en tu guardaropa; cambian las legislaciones; la moneda;
hasta tienes que acostumbrarte a cambiar de saludo a un doble beso, quizá; en
fin, cambias de país y automáticamente tu vida entera cambia. Es importante la
actitud hacia ese cambio inminente, ya que esto hará de este la mejor
experiencia de tu vida o quizá el boleto de retorno a tu país nativo, o al
menos antes de lo que tenías previsto.
No sé qué me
deparará esta nueva vida que tendré en París. Definitivamente no será como la
primera vez, esta vez vengo más preparado, pero de alguna manera no recuerdo
haber estado tan ansioso como aquel 2011. Quizá porque ya no estará una prima
que me recibirá, o porque al saber que los planes son establecerme ahí,
entonces la visión cambia automáticamente. Pero tengo amigos que reencontraré y
una ciudad que me brindará sus luces.
Con
expectativas a millón, extrañando ya a mis seres queridos que he dejado a seis
horas y media de diferencia, me sumerjo en esta nueva aventura de mi vida. Y
como dijo Hume: “la vida es un conjunto de ideas simples que no has percibido
jamás de una forma simultánea, y que se suceden unas a otras a una rapidez
impresionante”. Sí, ahora no soy el que era ayer a las 16:50 cuando el avión
despegaba con 20 minutos de retraso, ahora ya soy un hombre que sabe lo que
quiere, que lucha por conseguirlo y que disfruta cada instante del camino,
saboreando cada éxito después de alguna posible dificultad.